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Por qué rehabilitar energéticamente las viviendas?

Publicado por gmg
| el 4 noviembre, 2013

Dentro del descalabro económico en el que hemos caído y del que parece que tardaremos en salir, se hace difícil pensar en la producción de nuevas viviendas.

El sector financiero se ha condensado en pocas entidades, se ha tragado el sector inmobiliario y necesita tiempo. Tiempo para situarse, para entender, para gestionar, para ordenar, para finalizar obras, para comercializar y para realizar finalmente, la inmensa cantidad de activos inmobiliarios que se ha adjudicado. Tiempo para que, a pesar de las bajadas de precios que ha aplicado en su stock y pese reservar poca financiación disponible para sus carteras, la fuerte crisis económica ha hecho disminuir también la intención de compra solvente. Se necesita tiempo para terminar de socializar las pérdidas de una gran fiesta que vamos a pagar entre todos y que nos ha dejado una larga y pesada resaca.

Imaginemos, pero, que llega el día en que la tendencia de los indicadores económicos se invierte, que salimos de la recesión económica y que la economía recupera un leve crecimiento sostenido, cuando tardará la banca a probar la misma miel que la indigestó? Cuando volveremos a ver un crédito a un promotor público o privado?

Dentro de este escenario, donde en materia de vivienda parece que el tiempo se haya detenido, volvemos a una conocida receta de los periodos de crisis, la rehabilitación. Esta vez además tenemos un actor que ya había aparecido con anterioridad, pero ahora lo hace con mucho más protagonismo, la energía.

En los últimos 7 años, la energía se ha encarecido un 70% y parece que la tendencia seguirá así. Nadie pone en duda la escasez de los recursos fósiles, que los costes de extracción de los yacimientos aumentan y que las reservas de petróleo tienen fecha de caducidad. Además, España importa el 77% de la energía primaria que consume y sus eléctricas deben remontar unos déficits tarifarios acumulados ciertamente curiosos, pues aun llamándose déficit, no han impedido obtener cuantiosos beneficios a las empresas que teóricamente los han soportado en los últimos años.

La directiva europea 2012/27/UE sobre eficiencia energética, conocida como «20-20-20», obliga a los Estados miembros a una reducción del 20% en el consumo de energía primaria, una reducción del 20% en la emisión de CO2 y un aumento del 20 % de la energía renovable, todo para el año 2020.

Hay un claro consenso en que la sostenibilidad del planeta pasa por reducir el consumo de energía aumentando la eficiencia en su utilización y aumentando la producción de renovables. Para hacerlo posible se precisan inversiones destinadas a la mejora de los sistemas que consumen energía y nuevas inversiones en los sistemas productores de energías renovables que se repercutirán evidentemente en el coste de la energía.

Con esta fotografía y con ello, en GMG pensamos que la idea de rehabilitación tradicional debe cambiar y trabajamos con este objetivo. La rehabilitación ya no se puede entender sin incorporar actuaciones que permitan reducir las necesidades energéticas de los edificios, de la misma manera que no la podremos concebir sin reparar unas goteras o una cornisa a punto de caer. La rehabilitación debe complementarse con la REHABILITACIÓN ENERGÉTICA.

Rehabilitar es un concepto amplio que abarca desde la renovación integral de un edificio hasta actuaciones puntuales de mejora, conservación y reposición. Aparte de las actuaciones periódicas de mantenimiento, cualquier edificio con más de 30 años de antigüedad está agotando la vida útil de sus instalaciones y debe plantearse algún tipo de rehabilitación de fachadas, cubiertas o cierres, para afrontar nuevos ciclos de uso.

La rehabilitación se ha entendido tradicionalmente como la reposición, renovación o reparación de los elementos originales que componen el edificio, para prolongar su vida. Aparte de las actuaciones para mejorar la accesibilidad, como la instalación de ascensores y la supresión de barreras arquitectónicas, difícilmente se plantea como una oportunidad para mejorar las prestaciones del inmueble. Debemos cambiar esta concepción.

Cada vez que vemos un andamio para «lavar la cara de un edificio», reponiendo el mismo acabado de fachada, estamos perdiendo la ocasión para mejorar la eficiencia energética, aislándolo térmicamente y mejorando sus protecciones solares. Lo más preocupante es que la ocasión de hacerlo, no se repetirá hasta dentro de unos 20 años, período durante el cual, el edificio mantendrá el mismo nivel de consumos energéticos que se habrían podido reducir.

En Cataluña el 16,3% de la energía se consume en el ámbito doméstico. Entre los años 2005 y 2010, se pidieron ayudas públicas para obras de rehabilitación en 261.969 viviendas, pero únicamente el 5,9%, contemplaban algunas actuaciones destinadas a la mejora de la eficiencia energética. La tendencia no obstante comienza a cambiar.

 Estructura del consumo de energía en Cataluña el año 2009

 

Según datos de 2011, en nuestro país hay un total de 3.863.381 viviendas. El 62,44% fueron construidos antes de 1979, año en que comenzó a ser obligatorio utilizar un mínimo de aislamiento térmico en los edificios de obra nueva . De estos, el 76,30% son viviendas principales, el 11,27% son segundas residencias y el 12,43% son viviendas desocupadas.

Por lo tanto, más de 2.000.000 viviendas que se encuentran ocupados habitualmente, no disponen ni de un mínimo aislamiento térmico. Esto provoca que para alcanzar el confort térmico en estas viviendas, se precise una excesiva cantidad de energía. Con el encarecimiento del coste de la energía, aumenta el número de familias y de personas que no pueden soportar la factura de la calefacción y del agua caliente sanitaria, viéndose forzados a vivir en condiciones precarias de confort, perjudicando su bienestar y su salud. Hablamos de pobreza energética cuando se han de destinar más del 10 % de los ingresos familiares a pagar la energía.

La rehabilitación tradicional no es una actuación «amortizable», es más una inversión dirigida a mantener la habitabilidad, la seguridad y el «supuesto valor» de los edificios. La rehabilitación energética en cambio sí es amortizable a partir del ahorro energético posterior. Además influye de manera directa en la calidad de vida de las personas y en la mejora de la salud.

En GMG hemos hecho nuestra la frase «la energía más sostenible es aquella que no necesitamos». Aislando bien los edificios, montando cierres de calidad con buen aislamiento y buena estanqueidad, renovando el aire con intercambiadores de calor y protegiéndolos del exceso de radiación solar, conseguiremos viviendas que precisarán una mínima energía para alcanzar las mejores condiciones de confort.

Ahora que ya hemos recordado que las viviendas deben servir para vivir y no como valor de inversión, podemos invertir en REHABILITACIÓN ENERGÉTICA, pues beneficia directamente a quien habita el inmueble, tanto en términos económicos, de salud, como de calidad de vida y además, beneficia a nuestra economía, a la sostenibilidad del planeta y el futuro de todos.

 

Toni Mas Ballester. Arquitecto GMG

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